Las Cincuenta líneas de mi Vida



30 de Marzo de 2012


Eran cerca de las seis de la tarde y aún no había aparecido. Empezaba a ponerse nerviosa. No se conocían personalmente y aquella primera cita se estaba convirtiendo en algo tortuoso. ¿Será que no iba a presentarse? No, ¡imposible!, se le debió hacer tarde por algún motivo especial, ya se lo contaría después y reirían juntos.
Otra mirada al reloj la trasladó a la semana anterior. Era sábado, una mañana perfecta de azul cielo y temperatura agradable. Se encontraba limpiando su casa, siempre tocaba el mismo día. Si no hacía bien el trabajo, su madre no la dejaría en paz el resto de la semana. Una estrepitosa melodía sonaba en el exterior. Se asomó a la ventana y observó que en la plaza que circundaba su casa, había un grupo de rock actuando. Es verdad, había olvidado que eran las fiestas del barrio. Dejó la ventana abierta y arrastrada por las notas musicales siguió con su trabajo mientras entonaba una canción tras otra. No era el tipo de música que le gustaba pero a una adolescente todo le entusiasmaba.
–Haz el favor de cerrar esa ventana Paula, me voy a volver loca– Le grita su madre desde la habitación de al lado.
–Pero mamá… son las fiestas del barrio, ya que no puedo bajar deja que escuche la música –contesta una  lastimera.
–Estoy trabajando y no puedo concentrarme con ese ruido de fondo. Haz lo que te digo y termina ya –Le increpa su madre tremendamente airada.
Paula arrastra los pies mientras se acerca lentamente a la ventana. Justo cuando desplazaba una de las hojas se da cuenta que en frente de ella se encuentra el muchacho de la fiesta. Si, es él. ¿Qué hace allí? ¡Dios mío, qué guapo es!. En ese preciso instante él levanta su cabeza y posa sus ojos sobre ella. Paula se queda sin respiración y en un estúpido impulso se esconde detrás de la cortina. El corazón le latía tan deprisa que apenas podía respirar. Las manos le sudaban. ¿O sería que las tenía húmedas del limpiacristales? Da igual, se había comportado como una auténtica niñata y él ahora lo sabía.
Mientras pasaba la película de lo ocurrido por su cabeza se dirigió rápidamente al espejo del baño. ¡Qué horror! Menuda pinta que llevaba. Dispone los mechones de cabello pelirrojo y rizado de nuevo en el lugar correcto y se  pellizca las mejillas hasta que un leve sonrosado asoma. Una capa del carmín preferido de su madre, que coloca de nuevo en su sitio para que la aludida no se percate de su sustracción, y un poco de rímel en las pestañas parecen cambiar su aspecto. Se mira y el reflejo que le devuelve el cristal, le agrada. No es guapa, aunque sus amigas le dicen que sí, pero sabe que tiene algo que atrae a los chicos, siempre se sale con la suya cuando se propone ligar.
Se dirige a su dormitorio y aunque llevaba vaqueros y una camisa cómoda, decide cambiarse y ponerse un precioso traje primaveral. Los tonos de las flores del vestido contrastan con su suave piel blanca y con el color de su pelo. Sus ojos de color miel lucen brillantes a la espera de que alguien los robe en el encuentro.
 Sale disparada de nuevo hacia la ventana, pero ya no estaba ni el grupo musical ni el que le robaba el corazón. Decepcionada, se dispone a cerrarla cuando vuelve a escuchar sonido de voces y murmullo de niños. La gente parece acudir de nuevo al lugar, era solo un descanso y allí, apoyado en la pared con aquella mirada burlona y aquello labios que parecían acariciarla solo con un leve roce, estaba él desafiándola, mirándola indolente, desnudándola con aquellos ojos negros, llenándola de auténtico placer narcisista. La hacía sentirse como alguien especial, como si lo que hubiese alrededor no existiese. Solo los dos. Turbada por la emoción y por ese sinfín de sentimientos que renacían de nuevo, lo miró fijamente. Ahora era ella quien lo retaba, la que tenía el poder. Pero él se sabía fuerte y no dudó en aceptar el desafío. Era un cazador y no iba a soltar a su presa.
Entre miradas entrelazadas y suspiros al viento sonó el reloj de cuco de la sala. Fueron solo unos segundos, pero los suficientes para hacer regresar a Paula a la realidad, parecían decir “te espero, no me olvides”. Con un leve sonrisa y la coqueta colocación de su flequillo dio por terminado aquel primer encuentro. Lo que desconocía, era que la marcaría para el resto de su vida.
Mientras cerraba la ventana, su cabeza pensaba en el paso siguiente. Llamaría a sus amigas y les contaría lo ocurrido o  tal vez fuese mejor buscarlo en el Tuenti. Pero… ¿cómo iba a hacerlo si no se sabía su nombre? Necesitaba desahogarse rápidamente, así que cogió el teléfono y marcó el número de …





12 de abril de 2012


… su amiga Marta. Era una de sus nuevas mejores amigas. La típica chica alta, delgada, de ojos rasgados color miel, sonrisa tímida y voz dulce. Siempre iba vestida a la moda. Todos los chicos de la clase habían estado enamorados de ella el curso pasado. Congeniaron muy bien desde el primer momento, pero también era normal porque ella había llegado nueva al colegio y en su grupo solo habían cinco féminas. El sector masculino las tenía sobre un pedestal y se sentían amas y dueñas del paraíso terrenal.
Ahora se encontraban ya en el instituto y desgraciadamente en turnos diferentes. Paula iba de mañana y Marta de tarde.
Marca rápidamente el número de su amiga y oye inmediatamente el tono. Se le hace interminable hasta que descuelgan del otro lado.
–¿Marta?– dice atropelladamente.
–No, soy su madre ¿Quién eres?– contesta la señora Rodríguez.
–¡Hola señora Rodríguez!¡Buenas tardes! Soy Paula, la compañera del año pasado de su hija.
–¡Ah, si… ya te recuerdo!¿Qué tal estás? ¿Y tu familia?
–Muy bien todos, gracias. ¿Está Paula, por favor?– pregunta intentado no parecer descarada.
–Si, cariño. Ahora mismo te la paso. Me está mirando con cara de póker, supongo que intrigada porque desconoce quien habla conmigo– contesta amablemente y le pasa el teléfono a su hija con cara pícara.
–¿Si? ¿Quién es?– pregunta Marta.
–Soy yo, Paula. ¿A que no sabes con quien me acabo de encontrar? –contesta.
–Ni idea, pensé que la llamada era de Fran. Hace dos días que no me telefonea– contesta tristemente.
–Lo siento Marta pero ya sabes lo que opino de él. No te merece. Tú vales mucho y él te anula por completo.
–Lo sé, pero no puedo evitar estar enamorada. Bueno, dejemos este tema y cuéntame que te ha ocurrido. Pareces alterada.
–¡Allá voy!¡ Notición! –Y suspira manteniendo la intriga.
–Oye, no te pases y suéltalo de una vez– contesta mas animada Marta.
–¿Recuerdas aquel chico que me sacó a bailar en la última fiesta? ¿Aquel que te dije que bailaba fatal pero que tenía algo en su mirada que me volvía loca?
–Sí, claro. ¿Te ha llamado?– pregunta ansiosa.
–No, no –Ríe a carcajadas –Estaba limpiando las ventanas y allí estaba él, acechando como un halcón a su presa.
–Eres increíble Paula, menuda comparación. Y ahora esa ella a quien se le ilumina la mirada.
Tras una larga conversación, poniéndose al día de la situación, la señora Rodríguez tuvo que intervenir desde el teléfono de la sala cortando aquel momento de éxtasis juvenil. Las muchachas , apenadas, no tuvieron mas remedio que posponer las confidencias hasta la mañana siguiente.





29 de Abril de 2012



El fin de semana había pasado veloz y comenzaba un nuevo día cargado de acontecimientos. Paula aún no era consciente de lo que iba a cambiar su vida.

 Como cada día desayunó e intentó arreglarse lo más posible. Era demasiado coqueta para ir desaliñada al instituto. Pasaba interminables horas delante del espejo maquillando su cara, perfilando sus ojos y labios, pero especialmente colocando su rizada melena. Realmente prefería llevar el cabello liso, por lo que utilizaba alguna de sus tardes para plancharlo una y otra vez y así cambiar de look y sorprender a sus amigos.

Aquel lunes estaba realmente nerviosa y hasta que no se miró en el reflejo del cristal que le devolvía el portón de su casa y comprobó que su imagen era realmente sensual, no respiró tranquila. Sujetó bien su bolso y los libros que solía llevar entre sus brazos y se dispuso a caminar con sus altos tacones hacia el centro educativo.

Sus compañeras nunca entendían cómo podía ir tan perfecta cuando la mayoría iba con un chándal y sin maquillar, pero ella, la más insegura entre las inseguras, necesitaba sentirse bien consigo misma. Siempre decía: “ Si no empiezas queriéndote tú, nadie te querrá”.

Llena de imágenes, de anhelos y suspiros llegó al instituto casi sin darse cuenta. Allí estaban sus amigos que nada más verla comentaron su entrada al patio.
–¿Pero cómo te da tiempo de venir siempre tan perfecta tía? Mira que pintas tenemos el resto… –casi grita una de sus compañeras de latín.
– Shhhhh baja la voz, por favor–contesta aturdida. Sentía una tensión enorme a su espalda y aún no entendía qué le pasaba. Estaba realmente incómoda.
–Sabíamos que aún no habías llegado– comenta Mike
–¿Por qué? –responde Paula.
–Siempre dejas el rastro de tu perfume por las escaleras y  sencillamente no olía a ti–Añade su amigo con un guiño de ojo– Me encanta como hueles…
–Gracias Mike, tú si que eres un amigo–contesta ruborizada.
Paula era consciente de lo que Mike sentía por ella. Era un chico impresionantemente guapo. Con unos ojos verdes increíbles, muy cariñoso y algo inmaduro. Soñaba con viajes de aventuras y con tener en un futuro una tienda de animales. Esas eran sus grandes pasiones. Ella solo lo veía como un gran amigo. De echo era su confidente masculino. Con él se sentía segura, podía ser la chica sencilla que era, podía contarle sus temores, sus esperanzas, sus sueños y Mike la miraba embobado, imaginando a su vez cómo sería volar con ella, cómo sería la aventura de conquistarla.
–¿Subimos a clase? Ya es la hora– Afirma Mike.
–Sí, vamos– contestan al unísono Paula y el resto del grupo.
Fue entonces cuando giró sobre sus talones y lo vio allí inmóvil, mirándola de aquella manera que hacía que toda su piel se erizase. Era como si las olas la barriesen una y otra vez y solo quedase la frágil espuma sobre las rocas de la orilla. Nunca antes había sentido ese desasosiego, esa pasión y ese miedo a la vez.

El grupo entero se dio cuenta de aquel intercambio de miradas, de la tensión del momento. Las chicas corrieron a su lado para llenarla de preguntas y Mike buscaba sus ojos para comprobar lo que ya sabía pero no quería aceptar. Paula nerviosa casi tropieza en el primer escalón. Sonríe a todos y se precipita a subir los peldaños lo más rápido posible. Solo quería desaparecer y pensar.




18 de mayo de 2012

Ya en clase tuvo que soportar las sonrisitas de sus compañeras aunque, a decir verdad, fueron pocas ya que el profesor de literatura no se hizo esperar y comenzó la clase puntualmente. No tenía la cabeza precisamente en Antonio Machado pero hizo un esfuerzo enorme de concentración y tomó apuntes . La primera hora se le había pasado rápidamente.
En el intercambio de asignatura se acercó a Mike que no parecía de muy buen humor.
–Perdona por no haberte contado nada antes, pero es que tampoco es que haya nada que contar– sentencia Paula.
–Tú misma te has contestado– responde malhumorado.
–Mike… me gusta. Tiene algo que aún no sé describir. ¿Me ayudarás?
–¿A qué te refieres?
–Verás… –Titubea nerviosa– Creo que soy más alta que él y eso me tiene preocupada.
–¿Te estás oyendo, Paula? Cada día entiendo menos a las mujeres.
–Por favor, por favor… –Suplica con esa mirada tierna que ella sabe que llegará al fondo del corazón masculino.
–¿Pero qué pretendes que haga? –pregunta totalmente desarmado.
–En la hora del recreo solo tienes que situarte a su lado y así me darás la opción de calcular su estatura, comparándola con la tuya.
–¡La mía es perfecta!– añade entre dientes.
–Por eso mismo, Mike. ¿Lo harás?
–Solo porque eres tú y no se te ocurra volverme a pedir nada más que tenga relación con … –No consiguió terminar la frase porque Paula estaba tan feliz que le estampó un beso, tan cerca de la comisura de los labios, que se quedó unos instantes sin respiración.
Estaba tan aturdido que su primera reacción fue abrazarla. Al principio Paula se dejó pero a los pocos segundos se separó mirándolo inquisitivamente.
–Nos están mirando todos. ¿A qué vino esto? –pregunta preocupada.
–¡Por Dios!Fue un impulso señorita arisca –Y ríe nerviosamente.
–Lo siento, estoy muy susceptible.
–Cambiando de tema. Si estás tan enamorada  ¿Qué mas te da cuánto mida? –pregunta irónicamente.
–No estoy enamorada. Te he dicho que me gusta nada más y sí, si que me importa. Siempre me han gustado los chicos rubios y altos y él es moreno y bajo. No sé aún por qué me llama tanto la atención. No me veo de mano con alguien a quien le saco una cabeza.
–No me pareció tan bajo, pero lo haré… tranquila. A cambio tendrás que hacer algo por mi –dice mientras sonríe pícaramente.
–¿Algo? –Suéltalo ya que viniendo de ti me espero cualquier cosa – comenta mientras levanta la ceja.
Estaba tan hermosa con aquellos ojos radiantes y aquella sonrisa ladeada que a punto estuvo de cometer una nueva locura. Solo le apetecía estrecharla en sus brazos y besarla hasta dejarla sin aliento. Sentía la tremenda necesidad de explicarle que necesitaba tenerla para que cada amanecer fuese distinto. Sin ella, todos serían iguales.






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